De pronto abrí los ojos exiliado de mi cuerpo,
sentí una insólita levedad en mi interior,
y me di cuenta que algo había cambiado con el tiempo,
comprendí que a toda acción de nuestra existencia
corresponde una reacción de desprendimiento,
es decir, que poco a poco vamos dejando minúsculos fragmentos
de nosotros mismos en todo lo que realizamos,
por ejemplo, visitamos lugares y ahí dejamos quizá unos cuantos miligramos,
hablamos con personas desconocidas, y dejamos otros tantos miligramos;
pero, ¿que pasa cuando hacemos cosas que involucran más pasión, más sensaciones o más placer?
por supuesto dejamos mucho más miligramos de esta esencia,
lo que nos lleva a estar esparcidos por miles de lugares,
compartiendo con millones de partículas extrañas,
adelgazando día con día hasta desaparecer
y quedar vacíos por dentro,
entonces luchamos por recuperar añicos
de lo que alguna vez formó parte de esa existencia malgastada;
y al unir estas astillas,
en un derroche de locura
los lanzamos nuevamente por calles oscuras, profiriendo grandes carcajadas,
que al fin, de cualquier manera,
siempre habrá vacíos en la profundidad de nuestro ser,
y seguiremos esparciendo fragmentos por doquier
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